Querido amigo/Querida amiga de La Corriente:
Cuando se está inmerso en un cambio histórico, es muy difícil ser consciente de ello, pero hoy los signos de este hecho son clamorosos.
A escala española, el deterioro de la política ha contaminado las instituciones, la división de poderes, el estado de derecho y el funcionamiento de la democracia de manera grave.
Dos sentencias prácticamente seguidas y muy arbitrarias del Tribunal Constitucional ejemplifican la situación. Por un lado, la que considera constitucional que las menores de 16 y 17 años puedan abortar sin permiso de los padres, y además que se deniegue toda clase de información a la mujer que ha tomado esta decisión sobre las consecuencias de la misma y las alternativas que existen. Estas cuestiones vulneran frontalmente el artículo 15 de la Constitución española sobre el derecho a la vida y el desarrollo, y la jurisprudencia que se ha producido a partir de este artículo, por un lado, y por otro lado, también deja sin efecto los derechos de los padres en cuanto a la protección de la integridad de sus hijos menores de edad y a la obligación de cuidado y asistencia. En definitiva, es la demolición de la patria potestad.
Este hecho se acumula a muchos otros, como la sentencia pocos días después del mismo tribunal, que ha anulado la condena de Magdalena Álvarez, condenada por la audiencia territorial y por el Tribunal Supremo por prevaricación continuada en el caso de los ERE. No es el momento de entrar en detalle en esta cuestión, pero sí es necesario registrar la acumulación de arbitrariedades del Tribunal Constitucional, que ya comenzó con una sentencia que fue un fraude rechazando el recurso contra la ley del aborto.
A todo esto se le añade el deterioro del poder legislativo hasta reducirlo a una caricatura, o de la Fiscalía General del Estado. ¿Cuánto tiempo puede sobrevivir una democracia en este estado de cosas? ¿Cómo se puede vivir en una sociedad en la que la justicia depende de una manera escandalosa y arbitraria del argumento político? Nunca habíamos llegado a este extremo, y por eso es un signo de un tiempo extraordinariamente crítico.
Este momento también se refleja en los resultados de las recientes elecciones y de manera especial en el conflicto abierto en Francia. Quizás no haya una relación totalmente directa de causa y efecto, pero vale la pena tenerlo en cuenta. La decisión de Macron, con el apoyo de una amplia mayoría, de consagrar el aborto como un derecho constitucional ha sido seguida por el colapso de su opción política y unas elecciones anticipadas en las que se enfrentan dos extremos. Y es que en las situaciones de crisis, si no se construye la respuesta profundizando en los mismos fundamentos, en aquello que es bueno y está probado, el resultado es la explosión de los extremos y la acentuación de todos los problemas.
En este contexto, lo que plantea la Corriente Social Cristiana como fuerza transformadora es una novedad radical, porque afirma que esta profundización en los fundamentos significa transformar la cultura cristiana en proyecto común para una sociedad plural. En cuanto a la aceptación o rechazo de sus valores, actitudes y prácticas, solo depende de la razón y de la existencia de hechos empíricos que expliquen claramente por qué es la mejor respuesta al tiempo de policrisis. Y esta es la labor de La Corriente. Mucho más grande de lo que permiten emprender nuestras escasas fuerzas y, por eso, también mucho más estimulante.
Te invito a que participes en la charla-coloquio por Zoom que tendrá lugar el próximo miércoles 26 de junio a las 19:30 h, donde trataremos precisamente cómo se concreta en términos políticos este proyecto de llevar la cultura cristiana al ámbito público y político como respuesta a las crisis y necesidades actuales. . Este es el link para poder acceder a la charla: https://us02web.zoom.us/j/6304386212?pwd=QUtSaDd4RTUzOUNrTzg4am9XbFdYZz09
Josep Miró