Los ataques de Rusia contra Ucrania son injustificables y constituyen una flagrante violación del derecho internacional y de la dignidad de un pueblo. Europa no puede permanecer callada ante esta barbarie ni mirar hacia otro lado. Hay que defender con unidad la soberanía ucraniana y apoyar a su pueblo.
Ahora bien, defender a Ucrania no significa precipitarnos a una guerra abierta con Rusia. Nuestro deber es mantener la firmeza, reforzar nuestras capacidades de defensa y sancionar al agresor, pero sin caer en provocaciones que puedan arrastrarnos a un conflicto total que sólo multiplicaría el sufrimiento.
Europa necesita líderes valientes y serenos, capaces de combinar la defensa y la diplomacia, la presión y la búsqueda de caminos para la paz. En este punto, la Doctrina Social de la Iglesia nos ofrece luz: Pío XII advertía que «nada se pierde con la paz; todo puede perderse con la guerra». Juan Pablo II insistía en que «la guerra es siempre una derrota de la humanidad». Y Benedicto XVI recordaba que «trabajar por la paz no es ingenuidad, sino exigencia de la razón».
Estas palabras son más que citas: son criterios de sabiduría que nos recuerdan que la paz no es debilidad sino fuerza moral y responsabilidad histórica.
Por eso decimos con claridad: no aceptamos la invasión rusa, no queremos la guerra en Europa, queremos la paz con justicia.
Corriente Social Cristiana (La Corriente)
17 de septiembre de 2025