Jaume Collboni gobierna Barcelona en solitario con sólo 10 concejales de un total de 41. Esta debilidad política es tan evidente que en dos años ha sido reprobada por el pleno cinco veces. En cualquier democracia normal, esto habría supuesto la dimisión y la elección de un nuevo alcalde.
En vez de buscar el diálogo y la integración de todos los barceloneses, Collboni actúa como si tuviera detrás a una mayoría abrumadora. Pero la realidad es terca: no mejora la situación de los grandes problemas de la ciudad. La pobreza y la gente sin techo aumentan, las calles están sucias e inseguras, la movilidad es un caos permanente, la vivienda bate récords de precio y se facilitan operaciones urbanísticas controvertidas que benefician a intereses privados. Las familias con hijos son las grandes olvidadas. Mientras, determinados grupos minoritarios reciben una atención y gasto a todas luces desproporcionadas, y no aborda el problema del retroceso del catalán en la ciudad.
Y todavía hay más: el alcalde no sólo descuida, sino que boicotea nuestras tradiciones populares y religiosas. Ha eliminado el belén de la plaza de Sant Jaume, ha silenciado el anuncio de la Misa de la Mercè en el programa oficial de fiestas, y este año se ha atrevido a presentar un cartel que es una auténtica provocación. Tal y como escribía un destacado intelectual el cartel “muestra un mundo oscuro, artificioso y decadente: la luz agónica de cabaret de la República de Weimar”. Todo lo contrario de lo que debería ser la fiesta popular de la Mercè: luminosa, arraigada y abierta a todo el mundo.
Un alcalde que menosprecia la tradición de su ciudad, que ignora sus problemas reales y que gobierna de espaldas a la mayoría de los ciudadanos, no es representativo ni nos representa.
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Corriente Social Cristiana (La Corriente)
9 de septiembre de 2025