Ante la barbarie que se perpetra en Gaza —un castigo sistemático e indiscriminado que ha segado ya decenas de miles de vidas, muchas de ellas de niños—, no podemos permanecer en silencio. Gritamos con fuerza, con dignidad, con fe:
¡Basta ya! Esto no es defensa. Es matanza. Es horror. Es injusticia.
La única parroquia católica de Gaza, la Iglesia de la Sagrada Familia, ha sido testigo de una nueva tragedia. Unos 600 refugiados —cristianos y musulmanes, hombres, mujeres y niños, muchos de ellos con discapacidad— habían hallado allí su último refugio. Un ataque acabó con la vida de tres personas e hirió a al menos ocho más, dos de ellas en estado crítico. Entre los heridos se encuentra el padre Gabriel Romanelli, párroco de la comunidad, hombre de paz, de diálogo y puente directo con el Papa Francisco.
No es un caso aislado. Al inicio del conflicto, fue alcanzada también la Iglesia ortodoxa de San Porfirio, el templo más antiguo de Gaza. La comunidad cristiana —pequeña, sí, pero profundamente enraizada en esta tierra— vive hoy bajo amenaza constante, con sus templos profanados y su fe puesta a prueba.
Si la Unión Europea ha demostrado ser incapaz de poner fin a esta masacre, nos corresponde a nosotros, ciudadanos libres, y especialmente a los cristianos —una vez más heridos en su carne y en su espíritu— alzar la voz con fuerza. Exigimos el alto el fuego inmediato, la reconstrucción de Gaza y el socorro urgente a su población.
Desde Barcelona, y con ella toda Catalunya, tierra que también custodia una Iglesia de la Sagrada Familia —la inmensa basílica soñada por Gaudí, símbolo de paz, de arte y de fraternidad—, queremos tender la mano a nuestra hermana Gaza. Compartimos el nombre, la fe, el mar y la esperanza. Que nuestra bondad no sea palabra vacía. Que se traduzca en acción decidida y amor concreto.
Que no haya ni una víctima más. Gaza nos interpela.
Corriente Social Cristiana
18 de julio de 2025